El saber que tienes hipertensión arterial, puede causarte alteraciones en: tu cuerpo, tus emociones, tus estados de ánimo y hasta afectar las relaciones o dinámica con tu familia y amistades. Además, debido a que puedes sentirte cansado/a, desmotivado/a y estresado/a, también puede afectar tu desempeño en el trabajo o en otras actividades que antes realizabas con energía y entusiasmo.
Todos estos sentimientos son normales ante una situación desconocida y atemorizante y si a eso le agregas que, por recomendaciones médicas, debes empezar a realizar cambios en tus hábitos y estilos de vida, todo en conjunto, puede llevarte a emociones como la depresión, ansiedad y duelos.
El duelo es una emoción que tenemos como reacción natural ante la pérdida de la salud. La intensidad del periodo de duelo puede ser intenso durante algunas semanas, pero también puede prolongarse durante mucho tiempo según tu forma de ser, la persistencia de la hipertensión arterial y la actitud que tomes frente a ella.
ETAPAS DE DUELO ANTE LA ENFERMEDAD
¿Cuáles son las etapas del duelo? (signos y síntomas)
1. Negación o resistirse a creer lo que pasó. En esta etapa se siente incredulidad, inquietud, confusión, episodios de angustia, sensación de ahogo, llanto repentino o pensamientos fatalistas y catastróficos recurrentes.
“No estoy enfermo, ¿Realmente eso no puede estar sucediéndome a mi? ¿Quizá este médico no sabe?”
Estas peguntas frecuentemente te llevan a ti y tus familiares a la búsqueda de otras alternativas de diagnóstico y tratamiento diferentes a las establecidas por el médico, con la esperanza de otro diagnóstico y sobre todo de una curación definitiva, lo que puede exponerte a manejos inadecuados que muchas veces pueden poner en riesgo hasta tu vida.
2. El enojo. Se demuestra con sentimientos de rabia, culpa, agresividad, frustración, trastornos del sueño y/o del apetito.
“¿Por qué a mi? No es justo. No me merezco esto.
¿Qué va a suceder?”.
Es el enojo ante la evidencia de incurabilidad y de la incertidumbre de alguna complicación. Aquí puedes sentir resistencia a cambiar porque muchas veces se están jugando tus valores, creencias y hábitos acostumbrados; esta es la fase donde puedes presentar “comportamientos defensivos y destructivos”.
3. La negación. Sucede cuando te sitúas en una posición de enfrentamiento ante la pérdida y comienzas a recuperar ciertos mecanismos de control al poder hablar de tus emociones como serían el dolor, miedos o sentimientos de impotencia o frustración.
“Entiendo que no estoy bien de salud, pero no necesito ayuda”.
Es la etapa en la que predomina la incertidumbre y la incapacidad para solicitar y recibir ayuda.
5. ¿CÓMO APRENDER A VIVIR CON HIPERTENSIÓN ARTERIAL?
4. La depresión y ansiedad. Es normal tener en esta etapa sentimientos de tristeza extrema e infelicidad que son difíciles de controlar y/o sentimientos de estrés, temor y peligro combinados. Se puede tener dificultad para tomar decisiones y falta de energía para realizar las actividades cotidianas.
“Me siento muy triste por lo que estoy viviendo, pero creo que yo puedo manejarlo”.
Es la etapa en la que empiezas a aceptar tu enfermedad y a entender que puedes manejarla. Aquí es donde inicias tu propio proceso consciente de ver con claridad y objetividad los cambios que debes realizar para lograr tu equilibrio físico y/o emocional.
5. La aceptación. Ocurre cuando vuelves a tener una perspectiva de la vida, realizas un balance de lo que has perdido; retomas el control de tu propia vida; disminuye el estrés o ansiedad y aumentas tu energía física y emocional.
“¡Yo sé que puedo! Voy a aprender a vivir con esto”.
En esta etapa, aceptas que tu forma y estilo de vida como las conocías ya no serán iguales. Que necesariamente tendrás que hacer algunas modificaciones. En esta etapa debes buscar información y apoyo suficiente para poder enfrentar de la mejor manera tu enfermedad. Aquí es donde se inicia un proceso activo; informándote y participando permanentemente en todo aquello que te permita lograr el cambio deseado.
Es muy importante consultar con tu médico, de ser necesario pedirle que te canalice con algún psiquiatra o psicólogo si algunos síntomas se resisten a desaparecer por más de 6 meses: Continuos problemas para dormir.
• Perder el interés por tu proyecto de vida.
• Tener miedos inespecíficos o ataque de pánico, sin saber a qué.
• Hacerle daño a otras personas o a ti mismo física o verbalmente.
• Incapacidad para tomar decisiones, resolver problemas o encarar tu vida diaria.
• Tener pensamientos relacionados con el suicidio (quitarse la vida).
• Tener sentimientos de enojo, de culpa o rechazo prolongados.
• Perder o subir de peso en corto tiempo.
• Cambios alterados en tu estado de ánimo.
• Expresión de emociones. Cuando te sabes en una condición de hipertensión arterial debes aprender a expresar tus emociones desde el momento del diagnóstico hasta el control y manejo de la enfermedad en todas las esferas y etapas de tu vida. Ya que las emociones mal manejadas pueden ser un obstáculo para adherirte a tu tratamiento a largo plazo.
Date permiso para sentirte triste, irritado/a, preocupado/a o tenso/a. Estos sentimientos son tan normales como
• los de felicidad o tranquilidad. Sentirlos no significa que seas débil. Trata de expresar tus sentimientos tanto positivos como negativos de manera adecuada. Puedes compartirlos con
• personas de confianza, con un profesional de la salud. “Ventilar” las emociones puede ser muy benéfico para tu salud, te ayuda a desahogarte, a conocerte mejor, a tomar distancia de los problemas, a tener mayor serenidad y calma ante lo que te pasa. Afirma tus deseos o sentimientos, en vez de manipular a otros. Decide por ti mismo/a lo máximo posible sin delegar
• tus asuntos o responsabilidades en manos de otros. No esperes a estallar, expresa tu malestar, rabia, tristeza… cuando todavía no sean muy intensos.
Demasiado au-tocontrol puede ser inútil y contraproducente, porque al final puedes acabar explotando en forma descontrolada. Tómate tu tiempo para pensar en lo que te está pasando. A veces, cuando estamos sometidos a estrés o emociones
• intensas, no vemos con claridad y objetividad la situación. Puede ser útil que te preguntes ¿qué es lo que te produce malestar?, ¿qué te puede ayudar?, ¿qué te puede asusta?... Aprende a diferenciar entre lo que NO puede ser cambiado y lo que SÍ. Lo que no tiene solución no es un problema,
• simplemente es así. En cambio para lo que sí se puede cambiar, existen miles de posibilidades a tu alcance.
La autoestima. Es lo que yo pienso y siento sobre mí mismo, no lo que otros piensan o sienten sobre mí. La mayoría de las personas buscan la autoconfianza y el autorrespeto en todas partes menos dentro de sí mismas, y por ello fracasan en la búsqueda. Cuando comenzamos a descubrir nuestro amor propio, descubrimos nuestra belleza física y efectividad personal, tendremos salud física, relaciones más equitativas y armónicas con los demás y sobre todo, asumiremos la responsabilidad de vivir, aquí y ahora, nuestras metas y propósitos.
Desarrollar la autoestima. Es desarrollar la convicción de que uno es competente para vivir y mereces la felicidad,
• y por lo tanto es enfrentarte a la vida con mayor confianza y optimismo, lo cual te ayudará a alcanzar tus metas de tratamiento y experimentarás mayor plenitud. Cuanta más alta sea tu autoestima, mejor preparada/o estarás para afrontar las adversidades: cuanto más flexible
• seas, más fuerte serás para resistir las presiones que te hacen caer en recaídas. Confía en ti mismo/a, convierte todo en tu vida, cada circunstancia, revés o problema, en oportunidad para crecer
• o aprender. Muchas personas aprenden a controlar su hipertensión arterial y adquieren de la experiencia mayor madurez, fortaleza y amor propio. Disfruta de lo positivo que pueda haber en cada momento. Vive el presente, el pasado no se puede cambiar y el
• futuro no lo conocemos. Eso no significa que tengas que olvidarte de la enfermedad. “Aprende a vivir con hipertensión arterial en el presente”. Elije ser optimista. No puedes elegir tus circunstancias, pero sí cómo vivirlas. Tu bienestar físico y emocional, en
• muchas ocasiones, son el resultado de tus pensamientos y acciones. Practica actividades que te agraden. Aprende a darte gusto en cosas que favorezcan tu bienestar. Haz actividades
• que te gustan o busca actividades nuevas: en casa o al aire libre, solo/a, acompañado/a, actividades intelectuales, manuales, espirituales o a través de internet… pero sin exigirte demasiado. Intenta encontrarle un sentido a lo que te está pasando. Nada de lo que nos pasa es casualidad, es una lección de
• vida. La motivación para cambiar y sentirte mejor debe salir de ti mismo/a, no para darle gusto a los demás.
Confía en tus médicos y los profesionales de la salud que intervengan en tu tratamiento. Ellos conocen tu historia y si has decidido ponerte en sus manos, necesitan tu confianza. Además es importante que conozcas tu enfermedad, aprendas a autocuidarte, a volverte autoeficiente en tus acciones y comiences a realizar cambios, poco a poco, en tu estilo de vida para el control de tu enfermedad.
Participa en las decisiones sobre los tratamientos e infórmate o pregunta cuantas veces sea necesario, hasta despe-
• jar todas tus dudas. No tengas miedo a preguntar por temor a que te juzguen, recuerda que es por tu salud.
Escribe o dibuja las instrucciones de tus médicos. Esto te va a tranquilizar y te ayudará a seguir ciertas conductas
• del tratamiento adecuadamente (ejem. horarios de toma de medicamentos, seguimiento de tu plan alimenticio, control de tu presión arterial y cuidados de tus ojos, corazón y riñones). Ponte una palomita en cada acción que realices diariamente para tu autocuidado. Fíjate metas sencillas. Intenta concentrarte en lo que se puede cambiar. Pequeños cambios en tu entorno pueden
• facilitarte mucho la vida, como: Quitar el salero de la mesa; no hacer sobremesa con los platones de comida en la mesa; ir al súper o mercado sin hambre y con una lista en la mano con las opciones de tu dieta; no tengas comida en casa para visitas que tú no puedas comer; prefiere tomar agua potable en lugar de refrescos; prevé con anticipación tus colaciones para llevarlas contigo si estas fuera de casa, etc. Relájate. Tú salud ahora es más importante que nunca. Realiza ejercicio físico moderado siempre que el médico
• lo considere adecuado. Practica la relajación a través de una adecuada respiración, realiza meditación, yoga y/o escucha música suave y relajante. Descansa lo necesario y aliméntate correctamente. Recuerda que la comunicación con tu médico, otros profesionales de la salud y tu familia… pueden facilitarte el
• logro de cambios en tu estilo de vida. Cada persona es única e irrepetible y tiene ritmos y motivaciones diferentes para lograr y mantener cambios. Busca apoyo en otras personas que hayan pasado por lo mismo o que puedan ayudarte. Sus experiencias pueden
• serte muy útiles y es probable que te sientas comprendido/a. Rodéate de las personas que te importan, sin sentirte obligado/a a quedar bien con todo mundo. A veces te puedes
• sentir fatigado/a o tensos/a por tener que dedicar tiempo a atender llamadas o visitas de personas con las que no te sientes cómoda/o, aunque sean parte de tu familia. Recuerda que no estás obligado/a a quedar bien con nadie. Tu ejemplo, experiencias de vida y actitud positiva, pueden favorecer la salud de los seres que más quieres y
• puedes convertirte en promotor del cambio hacia estilos de vida más saludables, tanto dentro de tu familia, con tus amistades y en la comunidad.
Alimentación correcta
El beneficio principal de un cambio de alimentación es la rápida disminución de la presión arterial y el control de peso, por lo que le manejo efectivo de la hipertensión arterial no se puede conseguir sin una apropiada alimentación.
La terapia nutricional es el elemento más importante en el tratamiento no farmacológico de los pacientes con hipertensión arterial, aunado al ejercicio, estas son las primeras intervenciones que se requieren para controlar la enfermedad.
Para lograr con éxito la implementación del plan individual de alimentación se requiere una amplia participación e información del paciente para modificar su comportamiento y seguimiento del mismo.
La cantidad y tipo de comida deben tener relación con la estatura, el peso, género y la actividad física que desarrolla la persona.
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